Hace un tiempo vino a mi consulta un señor que había sido un conocido
atleta juvenil de alto rendimiento. Viajó a Estados Unidos para estudiar una
carrera universitaria gracias a una beca deportiva, y hoy se ha asentado en su
país como un ejecutivo brillante y exitoso. Me comentó de qué manera la
formación de deportista sigue ayudándole en su vida actual, me aclaró por qué
el entrenamiento y la competencia fueron tan importantes para él. Más tarde,
como padre, se preguntaba si sus hijos podrían hacer uso de los mismos medios para
conseguir los mismos valores y habilidades.
Muchos padres se hacen la misma pregunta: ¿es el deporte el medio
correcto para que mis hijos reciban una educación en valores? La respuesta es
sí. Y también no. Un palo de golf puede ser usado para golpear a alguien y un
cuchillo puede ser la herramienta de un artista. El deporte es también una
herramienta, que puede ser usada para formar y para deformar. El hecho es que
puede ser muy efectiva en cualquiera de las dos direcciones.
El deporte tiene que ser visto como un laboratorio en el cual se
experimentan situaciones que requieren de conductas, herramientas y valores que
se aplican en la vida real, pero que no traen generalmente consecuencias tan
graves como en ella. El deporte es un juego de competencia y los juegos son reconocidos
como las mejores herramientas de aprendizaje. Sin embargo se tiene que aceptar
que en cualquier juego se pueden aprender cosas buenas y cosas malas.
Idealmente se juega para aprender lo bueno, pero con una guía incorrecta,
insuficiente o incompleta, el deporte puede enseñar conductas socialmente
inaceptables.
Actuar honestamente
Todos los niños que practican deporte aprenden a hacer trampa. Es normal,
porque es parte de cualquier juego. Pero también son parte del deporte las
reglas y las consecuencias para quien hace trampa. Hay chicos que con sólo
conocer las posibles consecuencias se vuelven honestos. Hay quienes necesitan
sentir las consecuencias más de una vez, y algunos muchas veces. El deporte
bien orientado puede ser sumamente valioso para estos últimos. Si bien algunos “tramposos”
podrán alcanzar ciertas posiciones y sacar ventajas ocasionales, un proceso de
selección natural en el deporte termina por relegarlos a favor de los más
trabajadores, talentosos y honestos. Es necesario que se mantengan en la
práctica por suficiente tiempo para llegar a comprender que en el deporte y en
la vida hay reglas que respetar. Y que hay también graves consecuencias que
sufrir si no se lo hace.
Controlar la ansiedad
Muchos científicos declaran que sin ansiedad no habría vida. Yo diría
que sin ansiedad no habría deporte, el aburrimiento lo habría extinguido. La
ansiedad es natural y en las canchas tenemos múltiples oportunidades aprender a
manejarla en un ambiente seguro. A medida que un chico se desarrolla como
deportista tiene la oportunidad de elevar sus niveles de tolerancia frente a la
ansiedad. Generalmente una mayor capacidad para actuar de forma correcta frente
a sus temores le permite alcanzar mejores resultados. Cuando transferimos esa
habilidad del deporte a la vida diaria, las probabilidades de éxito se incrementan
de manera notable. Si pensamos que la ansiedad en el deporte es negativa, llevaremos
la misma actitud a la vida, seguramente con resultados lamentables.
Manejar la frustración
La competencia es un elemento esencial en el deporte y en la vida.
Ganar y perder son las caras de una misma moneda. En los dos ámbitos es natural
que haya quien gana más que otros, y en los dos ámbitos “el que se enoja pierde”.
Saber manejar la derrota en el deporte nos prepara para algunos golpes que nos
dará la vida. Muchos atletas y entrenadores coinciden en que se aprende más de
una derrota que de un triunfo, y la mayoría comprende que tendrán una próxima
competencia para poner en práctica lo aprendido. Es importante que los niños
aprendan a poner el resultado de un partido en perspectiva, y sepan que frustración
no es lo único que se puede sacar de un mal resultado.
Lograr el máximo esfuerzo
El deportista tiene que aprender que los resultados dependen de su
rendimiento y del de su contrincante, pero que sólo puede tener control de lo
que él mismo es capaz de hacer. Alcanzan el éxito los que logran establecer un
compromiso personal y con sus propios objetivos, manteniendo la atención y el
esfuerzo sobre lo que depende de ellos. Al entender que todo objetivo puede ser
logrado si se lo divide en partes más pequeñas, muchos atletas alcanzan y
mantienen máxima motivación gracias a un programa de trabajo bien trazado, con
metas alcanzables y que dependen de sí mismos. Se esfuerzan porque han
entendido que ante objetivos correctamente establecidos no hay excusa que valga.
Conclusiones
El deporte puede ser una herramienta útil en la adquisición de valores
y habilidades para la vida en niños y jóvenes. La actitud de los padres y los
entrenadores debe consistentemente resaltar lo que se desea enseñar. Con
frecuencia se presenta un conflicto en los adultos entre la importancia de
ganar y el valor de hacer las cosas bien, pues lo segundo no siempre está
implicado en lo primero. Puede esperarse un mejor aprendizaje en los chicos si
los adultos formadores tienen su conflicto resuelto, una escala de valores clara
y se mantiene a los jóvenes practicando deporte el tiempo suficiente como para
que el aprendizaje se logre. Sólo se debe abandonar el deporte si se tiene una
alternativa de enseñanza más efectiva de acuerdo con las características
personales del chico.