Hubo una época en que se hizo famosa la frase “¡Las visitas se hacen en persona, no por
teléfono!” Resulta que hasta hace 30 años los teléfonos estaban enchufados
a la pared, y las orejas de los adolescentes estaban enchufadas a esos teléfonos.
Y los teléfonos con sus cables eran los villanos que causaban las peleas entre
dos generaciones acerca de dónde se tenían que poner los límites. Con el paso del
tiempo los villanos cambian, pero el eterno conflicto entre padres e hijos se
mantiene intacto: ¿Dónde se ponen los límites?
La tecnología ha hecho cambiar las frases de los padres: “Ya es hora de que dejes ese celular” ha
reemplazado a “Ya tienes que cerrar ese teléfono” de la generación anterior. Para otros “¿Hasta qué hora juegas PlayStation?” equivale al antiguo “¿Hasta qué hora ves televisión?”, el
cual todos entendíamos claramente que era una orden y no una pregunta. Para
muchos ha caído en desuso “¡Deja de jugar
pelota y entra a la casa que se hace de noche!”, pero en tiempos remotos esa
era la causa de que un niño o adolescente fuera castigado por exceder los límites que
sus padres pusieron.
Cuidado, porque últimamente los límites y los castigos se
están convirtiendo en tabú. La realidad es que los hijos necesitan que se les
pongan límites en prácticamente todo. La vida en sociedad también está llena de
límites (tanto las reglas sociales como las leyes) y los chicos aprenden a
respetar estos límites a partir de su relación con los padres, muy
particularmente por la consistencia de los límites puestos en casa y la calidad
de los castigos cuando los límites son violados. (Así como hay límites, también hay motivación, premios y muestras de cariño, pero eso es para otro artículo.)
Lo pongo en blanco y negro: los padres son los responsables
de que los hijos aprendan a respetar las reglas de la vida en sociedad, y la
manera en la cual esto se enseña es poniendo y haciendo respetar las reglas y los
límites desde la casa. Los niños no nacen con una conciencia que les haga
diferenciar lo que está bien de lo que está mal, eso se aprende y los
principales maestros son los padres.
Entonces nuestro querido enemigo el celular es, además de
un medio de comunicación, un medio para educar a los hijos y ponerles límites
en cuanto a lo que se puede hacer y por cuánto tiempo.