Se habla mucho acerca de la vida que se pierde
en un aborto, del niño que muere antes de nacer, y se pone poca atención sobre
la otra víctima de esta terrible situación. Hay estudios que indican que el
aborto es altamente traumático y afecta de manera muy significativa la salud
mental de las mujeres que lo han experimentado. Para el artículo de hoy tomamos
uno de estos estudios, tal vez el más definitivo, que incluyó la muestra más
grande de participantes disponible, con 877181 mujeres participantes, de las
cuales 163831 tuvieron por lo menos un aborto. La investigación fue realizada
por la Dra. Priscilla K. Coleman (investigadora social estadounidense,
Profesora de Desarrollo Humano y Estudios de Familia en Bowling Green State
University de Ohio) titulada “Abortion and mental health: quantitative
synthesis and analysis of research published 1995–2009”, y publicada por
The British Journal of Psychiatry en el 2011.
Los primeros resultados de este
análisis indicaron que el riesgo de sufrir problemas de salud mental para las
mujeres que sí abortaron fue un 81% superior al de las mujeres que no abortaron.
Al hacer un estudio detallado de conductas autodestructivas y síntomas, la Dra.
Coleman encontró que todos los efectos analizados fueron estadísticamente
significativos. Por ejemplo, las mujeres que tuvieron un aborto mostraron un riesgo
más alto de incurrir en consumo de marihuana (230% más probabilidades que las
que no abortaron), conductas suicidas (155%), uso o abuso de alcohol (110%),
depresión (37%) y ansiedad (34%).
La base de datos para el estudio
es tan completa, que permitió analizar los resultados desde diferentes puntos
de vista, llegando más profundo que la cuantificación de conductas y síntomas presentados
en el párrafo anterior. Así, utilizando un conjunto completo de variables de
salud mental, al comparar a las mujeres que abortaron con las mujeres que no lo
habían hecho, la Dra. Coleman encontró que las mujeres que sí abortaron
tuvieron un riesgo incrementado de daños a su salud mental de 138%.
Finalmente, se realizó una
comparación utilizando el mismo conjunto completo de variables de salud mental
con un grupo específico de mujeres que habían tenido un embarazo no deseado, pero
no habían abortado. Para este grupo el riesgo incrementado fue de 55% (recordamos
que el de las mujeres que abortaron fue de 138%). Por lo tanto, las mujeres que
tuvieron un hijo no deseado enfrentaron un riesgo de que se afecte su salud
mental, pero tal riesgo fue significativamente menor que el enfrentado por las
mujeres que sí abortaron.
Los resultados encontrados por la
Dra. Coleman permiten llegar a la conclusión de que el aborto representa un
riesgo significativamente mayor de problemas de salud mental para la mujer, en
comparación con llevar a término su embarazo. Dicha conclusión es consistente
con la amplia literatura que demuestra los efectos protectores del embarazo para
la salud mental de la mujer. Puesto en palabras menos científicas, en tanto que
tener un aborto pone en mayor peligro la salud mental de la mujer, tener un
hijo tiende a hacerla más fuerte, más responsable y más madura.
Basados en esta información
podemos decir que, quien recomienda a una mujer que se realice un aborto, quien
lo promueve, lo facilita o lo practica, no sólo está violando el supremo
derecho a la vida del niño por nacer, sino que además está poniendo en riesgo
la salud mental de la mujer y convirtiéndola en víctima potencial de ese
peligroso procedimiento.