Digamos que un día MIÉRCOLES intervienes en un
experimento psicológico junto a siete desconocidos, autoridades e influencers. El
experimento consiste en responder, uno por uno y en voz alta, a unas preguntas
muy fáciles. Cuando les preguntan “¿Qué día estamos hoy?” seis participantes que
responden antes que tú dicen con total seguridad “¡DOMINGO!”. Llegado tu turno,
¿qué contestarías? ¿Te verías influido por la respuesta de la mayoría? Los
estudios afirman que es probable que digas “domingo” y no “miércoles”.
El psicólogo Solomon Asch desarrolló en 1951 un
experimento para estudiar si la conducta de una mayoría influye sobre la manera
en que las personas perciben la realidad. Se realizó en el Swarthmore College
de Pensilvania y recibió el nombre de Experimento de Conformidad.
Para empezar, Asch mostraba a participantes
individuales dos tarjetas, una junto a otra. La tarjeta de la izquierda tenía
una sola línea vertical, y la de la derecha tenía tres líneas verticales. Sólo
una de las tres líneas era igual a la de la otra tarjeta, mientras las otras
dos eran claramente diferentes. Él pedía a cada participante que identificara cuál
de las líneas en la tarjeta de la derecha era igual a la de la tarjeta izquierda.
Se repitió la prueba con 18 pares de tarjetas para múltiples participantes. La
realidad era tan evidente, que más del 99% de las respuestas fueron correctas
cuando se aplicó la prueba en formato individual.
Líneas de Ejemplo |
Pero el experimento propiamente dicho era
grupal. Ocho personas sentadas junto a una mesa miraban al mismo tiempo cada
par de tarjetas para identificar la línea de la derecha que fuera igual a la de
la izquierda. Cada participante respondía en su turno y en voz alta, de tal
forma que era escuchado por todos los demás. Sin embargo, Asch controlaba el
experimento, pues todos eran actores excepto el séptimo participante. Los
actores habían sido instruidos para escoger intencionalmente y de forma unánime
una línea incorrecta. Asch quería investigar si las respuestas equivocadas de
los actores tenían una influencia en el único participante real. El resultado
fue que el 75% de los participantes reales dio respuestas equivocadas por
influencia del grupo. Es decir que sólo la cuarta parte de las personas fueron
capaces de mantenerse firmes consistentemente ante una realidad evidente,
cuando la mayoría negaba esa realidad.
Al entrevistar al 75% que dio respuestas
erradas, se recibieron básicamente tres explicaciones. Un grupo dijo que, aunque
sabían que la respuesta era equivocada, prefirieron sumarse a la mayoría para
evitar conflictos con los demás. Un segundo grupo estaba compuesto por quienes
discrepaban con la respuesta de los otros, pero al verse en minoría desconfiaron
de su propio criterio, así que “copiaron” la respuesta de los demás. Los
sujetos del tercer grupo que dio respuestas erradas dijeron que todas sus
respuestas fueron correctas, y rechazaron cualquier tipo de influencia por
parte de la mayoría en sus decisiones.
Recapitulemos estos resultados. Existe una
realidad tan evidente que se percibe de forma correcta más del 99% de las
veces. Sin embargo, cuando un grupo mayoritario respalda una falsedad clara,
apenas el 25% de la población defiende la realidad evidente, en tanto que las
tres cuartas partes de la población manifiestan estar de acuerdo con la
mayoría. Para algunos evitar el conflicto es más importante que decir la
verdad. Mientras tanto, otros son inducidos por la mayoría a desconfiar de una
verdad demostrada. Finalmente, la presión de la mayoría es tan fuerte para
algunos, que se altera su percepción de la realidad.
Casi sesenta años después, el efecto de mayoría
distorsiona la realidad hacia un nuevo pensamiento dominante a través de los
medios y las redes sociales. La filosofía posmoderna de Netflix y un número descomunal
de influencers relativiza valores y realidades demostradas. Se repiten
masivamente ficciones y realidades alteradas para dirigir en el pensamiento y
la conducta de la población. Como nos mostró Asch, aunque hay personas que no
están de acuerdo con la nueva mayoría, muchos prefieren callar para evitar
conflictos. Otros ven que está mal, pero al encontrarse en minoría piensan que
los influencers deben tener la razón. Finalmente están quienes fueron convencidos
por falsedades ajenas, que defienden como verdades propias. Por eso, hoy no
basta con conocer la realidad. La verdad debe ser dicha con voz alta, aunque la
ficción de la mayoría pretenda negar la realidad evidente.