El Trastorno Antisocial de la Personalidad, de
acuerdo con el Manual de Diagnóstico y Estadística de la Asociación Americana
de Psiquiatría (DSM V), se caracteriza por la violación y el desprecio a los
derechos de las demás personas para conseguir un placer o beneficio personal. Quienes
lo padecen reciben también la infame denominación de perversos. Los sujetos con
personalidad antisocial representan un peligro por su potencial de dañar a
otros individuos y corromper a la comunidad, pese a ser menos del 5% de la
población.
El perverso tiene como característica esencial
el uso del engaño y la manipulación. No siente remordimiento y es capaz de mentir,
estafar o robar, destruir la propiedad y la vida ajena. No se limita en sus
impulsos porque no tiene barreras morales, por lo cual con frecuencia incurre
en conductas delictivas y abusos. Es indiferente a los efectos negativos de sus
acciones sobre los demás, y prefiere escoger a sus víctimas entre los más
débiles, indefensos y vulnerables. Su total falta de escrúpulos está
directamente relacionada con la inhabilidad para sentir empatía.
Cuando un perverso necesita un aliado para
lograr sus objetivos, éste debe ser adoctrinado para actuar sin remordimientos
y sin empatía por las víctimas. Él mismo lo transforma para que acepte que el
valor intrínseco de cualquier persona sea siempre subordinado al valor de sus
intereses narcisistas. Así todos los demás individuos quedan deshumanizados y se
clasifican como herramientas para lograr sus fines o como obstáculos que los
pueden frustrar.
El perverso manipula a su aliado para que
sienta que se beneficia de un mutuo compromiso. Los manipuladores más hábiles
incluso los llevan a pensar que están haciendo algo ético, que es beneficioso
para las víctimas y para la comunidad. El aliado logra sentirse bien por un
tiempo, seducido inadvertidamente por la grandiosidad narcisista de su mentor, pero
tarde o temprano es desechado y descubre que fue siempre un objeto más,
deshumanizado y utilizado como herramienta de un perverso. A través de la
deshumanización de sus víctimas y aliados, el perverso niega el hecho de que
todo ser humano es un individuo único e irrepetible, cuya vida y derechos deben
ser respetados y protegidos.
En las ocasiones que grandes perversos de la
historia alcanzaron poder político, crearon culturas corrompidas que usaron la
deshumanización selectiva para negar derechos fundamentales a individuos de minorías
oprimidas, resultando en esclavitud, antisemitismo, limpieza racial y
genocidio. Hoy se ejecutan cerca de 50 millones de abortos al año porque grupos
multinacionales de crueles intereses han deshumanizado culturalmente al niño
por nacer. Esos mismos grupos manejan información que parece ética y
beneficiosa para la mujer, pero que en lo más profundo la victimiza al convertirla
en la madre de un hijo muerto. Nuestra sociedad debe combatir al sujeto
perverso y a la cultura corrompida, defendiendo a la mujer y a su hijo con la
premisa de que ningún tipo de violencia llegue a vulnerar la vida y los
derechos de los más inocentes y frágiles.