La negación es una forma de represión estudiada
desde Sigmund Freud, que rechaza la existencia de una verdad conflictiva para
alejarla del pensamiento consciente. El razonamiento inconsciente es “no tendré
que enfrentar las consecuencias de una realidad inconveniente si niego su
evidencia, para convencerme y convencer a los demás de que no existe.” Sin
embargo, cuando lo evidente se impone y la negación fracasa, las verdades reprimidas
vuelven desde el inconsciente como síntomas, padecimientos y trastornos
mentales. Las negaciones se manifiestan en la terapia psicológica, pero también
se utilizan como herramienta de propaganda y adoctrinamiento. En del debate para
legalizar el aborto la negación parece presentarse para hacerlo ver como
moralmente correcto.
La negación en psicoterapia delata los pensamientos
que el sujeto intenta ocultar, revelando lo que le causa conflicto. Un
psicólogo entrenado reconoce esta conducta defensiva y ayuda al paciente para
que integre a su conciencia la verdad negada. De esta forma puede resolver sanamente
su conflicto en vez de seguirse engañando.
Las omisiones
son formas complejas de negación descritas por Richard Bandler y John Grinder, los
creadores de la Programación Neurolingüística (PNL). Ellas aparecen inconscientemente
en todo proceso de comunicación, pero también son usadas de forma encubierta para
manipular a personas y grupos.
La propaganda y adoctrinamiento usados por el racismo
hitleriano son claro ejemplo de ello. Se negó estratégicamente la condición
humana igualitaria de los judíos, para minimizar el valor de su vida y convencer
a la opinión pública de que el antisemitismo era moralmente correcto. El programa
de adoctrinamiento citaba sólo estudios y cifras favorables a su ideología,
mientras desprestigiaba las pruebas de especialistas contrarios a la limpieza
étnica. La propaganda omitió sistemáticamente información sobre el sufrimiento
y la muerte de judíos en campos de concentración. Tras millones de muertes, la
verdad fue revelada y el mundo persiguió a los culpables de un genocidio que será
recordado por siglos.
La negación y la omisión son también útiles
herramientas de debate cuando alguien limita estratégicamente la discusión sólo
a las pocas ideas que puede defender. En su argumento evita mencionar, desprestigia
y minimiza realidades del conflicto que, siendo verdad, podrían favorecer al
rival. Cuando uno de los debatientes sólo quiere referirse una idea, corresponde
identificar qué intenta negar y omitir para encontrar los argumentos que lo pueden
derrotar.
En el debate sobre la legalización del aborto, un
grupo intenta monopolizar la palabra y limitar la discusión. Quienes afirman
que el aborto es moralmente correcto proponen como argumento único la empatía
que merece la mujer abusada, sin mencionar que ese procedimiento no repara su
violación sino que perpetúa su culpa y dolor. Para asegurarnos de que tenemos
un debate y no un proceso de adoctrinamiento a la opinión pública, debemos
cuestionar si existe una negación estratégica del valor de la vida humana que crece
en el vientre de la madre. Preguntemos por qué se omite sistemáticamente toda
referencia al sufrimiento y a la muerte del niño por nacer, así como a las
secuelas en la madre del hijo muerto. Hay que analizar la información legal y
científica sobre la cual se apoyan los especialistas que están a favor de
salvar la vida de la madre y del bebé en formación. Sólo así sabremos que no
nos llevan a participar en un genocidio.