Hay países en los cuales la maternidad
subrogada está terminantemente prohibida. Esto causa dolor a algunas personas
que quieren tener hijos y, al no poder hacerlo, pretenden acudir a ese sistema.
Comprendemos su sufrimiento y sabemos que necesitan ayuda. Estamos listos para
aplaudir y apoyar iniciativas éticamente correctas que los ayuden a realizarse
como seres humanos. Sin embargo, una ley que permita vientres de alquiler o maternidad
subrogada no es una solución social ni humanamente conveniente. El remedio no
puede ser sólo bueno para las parejas que sufren y malo para las demás personas
involucradas.
El embarazo y la maternidad son dos de los
hechos más significativos en la vida de la mujer. A partir de un contrato de
maternidad subrogada ya no podrían ser vividos como propios, sino que serían el
embarazo de alguien más y el hijo de alguien más. Legalmente eso se puede dar,
pero psicológicamente es imposible. Durante el embarazo el bebé provoca señales
hormonales que cambian la estructura del cerebro de la madre. Estos cambios
hacen que la mamá esté mejor preparada para cuidar al niño. La naturaleza la
hace necesitar al bebé, para que cuando nazca no se quiera separar de él. Para contrarrestar
este proceso natural, las madres subrogadas son sometidas a un “acompañamiento
psicológico” durante el embarazo, que en realidad es un lavado de cerebro. Les enseñan
que “eso” no es su hijo, y que si sienten algo por él deben reprimirlo y
olvidarlo. Si esto parece duro para la mujer, veamos lo que representa para el
niño.
Lo peor que le puede pasar a un bebé es que lo
separen de su madre. El niño que nace por vientres de alquiler es apartado de
ella de manera premeditada. Los defensores del procedimiento dicen que el niño
no se va a acordar de nada, como diciendo que está bien hacerle daño a alguien
si esta persona después lo olvida. Nadie puede hacer algo malo aprovechándose
de que otro no lo vaya a recordar. Sería como drogar a una chica para violarla.
No lo recordaría, pero sería un crimen.
Aunque sospechamos cómo se pueden afectar estos
niños, nunca se van a hacer estudios sin sesgo ideológico sobre esto. Se
encontrarían resultados negativos, lo cual sería inaceptable para los países
que han legalizado tales procedimientos. Los estudios podrían encontrar que se
afecta la identidad del niño. Una parte fundamental de nuestra identidad es conocer
nuestro origen. La manera en que se ha formado la identidad humana desde que
existe el homo sapiens es con un papá y una mamá. Pero un niño de vientre
subrogado tiene que enfrentar que le impongan, y quizás le escondan, un origen
mucho más complejo. Puede tener un papá donante de espermatozoides más una mamá
donante de óvulo, más la madre que alquila su cuerpo nueve meses, más el papá y
la mamá (o dos papás, o dos mamás) que pagaron por él. Veamos los números: Este
niño puede tener entre uno y tres papás y entre dos y cuatro mamás. La mente
humana no evolucionó para eso y no sabemos cómo se podría adaptar. Estamos en
terreno inexplorado, y enviamos niños inocentes a recorrerlo sin conocer los
riesgos.
El embarazo subrogado es también malo para el
niño porque algún día puede descubrir que es producto de una transacción. Un
ser humano nunca había sido entregado a otro por contrato desde la abolición de
la esclavitud. Hoy los niños que nacen por vientres de alquiler son el objeto
que se entrega, luego de ser producido bajo contrato por otras personas, para
calmar el deseo insatisfecho de quienes pueden pagarlo. Son seres humanos con cuya
dignidad se ha comerciado para convertirlos en una mercancía.
Los perdedores invisibilizados de estas
transacciones serían los huérfanos y los niños que esperan ser adoptados. Donde se
legisla a favor de la maternidad subrogada, se legisla en contra de la
adopción. Los vientres de alquiler son una competencia directa contra los niños
que han perdido a su papá y mamá, y claman por el derecho a recuperar lo que la
vida les quitó. Los países que autorizan la maternidad subrogada les dicen a estos niños que les quiere
hacer la vida más difícil.
Las leyes no sólo tienen un efecto regulador, sino
también psicológico y educador: si algo es legal, se enseña que la autoridad
del estado lo valora como bueno. Los ciudadanos quedamos obligados a aprender
que esa conducta está bien y que quien la realiza no hace nada malo. Si se
legalizara la maternidad subrogada, como sociedad tendríamos que aceptar que sea
legal hacerles daño a niños y mujeres.
Necesitamos una solución que atienda a todos, priorizando a quienes más lo necesitan. Hay que reformar los procedimientos que dificultan la adopción. Los niños huérfanos tienen derecho a recuperar lo que la vida les quitó. Ellos pueden llenar el vacío del padre y la madre que desean amar a un hijo. Los estados tienen la responsabilidad de facilitar ese proceso en vez de reemplazarlo por vientres de alquiler, porque los derechos de los niños y la dignidad de la mujer están por encima de los deseos de los adultos.
Adaptado de la publicación original en http://www.desdemitrinchera.com/2020/10/05/no-a-la-maternidad-subrogada/